AUTOENTREVISTA (negativo I)




A estas horas del día y después de darle muchas vueltas a la autoentrevista, he llegado a dos conclusiones. Una: que son dificilísimas y dos... que hacen pensar más de la cuenta y que al final sacan cosas que una no sabía.
Con perdón de las preguntas obvias, de las que no aportan nada y de las estúpidas (inevitables en toda buena entrevista) aquí va...

Qué fue antes... ¿la foto o el fotógrafo?

Es esta exposición... sin duda, la foto... estaban ahí, yo sólo tuve que pasar, esperar a que el día fuera perfecto y disparar. Nunca es un proceso tan rápido, claro... puede ser muy frustrante… es… es como enamorarse.

¿Un idilio?...

No lo habría definido mejor… andas mirando al suelo, pensando en tus cosas… levantas la vista para buscar una calle… y de repente… ahí está. Es la foto perfecta. Ese espacio ha nacido para ser foto. Con sus límites, su marco… un trozo de realidad que ya te pertenece.

Te pones nerviosa, sacas la cámara de la funda y descubres que a través de ella, ese espacio es todavía mejor, es único… está a punto de ser tuyo y disparas corriendo.

Fallo: la foto es… regular. No es lo que tú habías pensado. Que no cunda el pánico, el primer beso es así…

¿Entonces… la fotografía es paciencia?

No exactamente… hay fotos que son paciencia y otras “el momento”. Si aciertas bien, sino tendrás que volver… y si es imposible que se repita… lo dejas ir… igual que a ese amante con el que no pudo ser.

Bueno, no me voy por las ramas. Mi idilio con “The Canterbury Colours” fue largo y lleno de paciencia. La primera vez, no había luz, la segunda no me gustaba la sombra, la tercera… tenía demasiado tránsito. La cuarta, llevaba prisa, la quinta… había nubes. Hasta que el sexto día, amaneció soleado, con las nubes justas y pensé… hoy no se me escapa. Es la historia de “Me llamas o me escribes”… un idilio largo, pero con final feliz.

... MAÑANA MÁS…