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Hay instantes en los que un encuentro se cruza en el deseo. Cuando en el bullicio el tuétano apaga el sonido del hueso. Ese momento en el que damos por perdido el pasado inmediato y preferimos la pedrada al perro. Esos instantes, eternos, no tienen fotografía...lo sentimos. Algo de culpa y la necesidad de tomar, solos, un gelato al limón, del que cantaba Paolo...del que amarga pero refresca.
Antes de elegir una salida siempre es mejor subirse a la escultura fea de la rotonda y ver pasar los ánimos, el tiempo y las hormigoneras, esas que ruedan y rotan.